UN SUEÑO, 5 VALORES Y EL PROCESO DE TIKUN

Por: Romi Morales

Nos encontramos en una época muy especial del año. Días de introspección, reflexión y análisis respecto a qué objetivos hemos logrado cumplir y cuáles aún quedaron inconclusos; qué cosas logramos mejorar y qué cosas rompimos o se rompieron en el camino. Creo que Iom Kipur es un momento muy importante para nosotros porque, al final de cuentas, nos extiende una invitación a justamente eso: a reparar (letaken).

A veces el Tikun es sobre nosotros mismos; otras lo que necesitamos arreglar es el vínculo con otra persona, a veces nuestra sociedad y a veces el mundo… Lo importante es empezar el año sabiendo en qué áreas de nuestras vidas queremos ser mejores que el año que acaba de terminar. Pero este proceso no es sencillo y siempre surgen muchas preguntas sobre cómo es la mejor forma de empezar a reparar, y más importante aún: cómo sostener esa voluntad en el tiempo cuando el espíritu del jag ya no está en el ambiente, cuando entramos en rutina y la vida no para de sorprendernos con nuevos desafíos.

Hace unos días tuve un sueño muy extraño. Soñé que me encontraba después de muchísimos años con una amiga que es orfebre y le pedía que me preparase 5 anillos. Ahora bien, estos anillos tenían algo especial: cada uno de ellos tenía escrito una palabra. Ustedes se preguntarán con razón: “¿por qué nos contas esto ahora?” “¿Cómo se relaciona este sueño con lo que veníamos hablando antes y con Iom Kipur?” Al principio, tampoco para mí una cosa tenía relación con la otra, pero cuando empecé a pensar en profundidad, encontré algunas respuestas que me gustaría compartir con ustedes.

El primer anillo: סבלנות – Paciencia

El primer anillo tenía la palabra   סבלנותsablanut (Paciencia en español). Cuando empecé a reflexionar sobre este valor, me di cuenta que la palabra סבלנות en hebreo “contiene” en sí misma la palabra dolor. (סבל) Llegué entonces a la conclusión de que paciencia, puedo definirla como “la capacidad de contener el dolor”: dolor por lo que me gustaría que sea y aún no es, por lo que aún no logré tener, alcanzar, hacer. Y entonces pensé que muchas veces me vi a mí misma como una persona sin paciencia, pero esta nueva definición, no solo me permitió aprender que sí la tengo, sino que todos tenemos paciencia: hay personas que “contienen” bajos niveles de dolor, otras que “contienen” niveles muy altos y algunas otras hasta pareciera que desbordan de tanto dolor contenido.

Este punto es clave si es que entendemos que nuestro objetivo este año es reparar. Porque a veces las cosas se rompen “de repente”, de un segundo para el otro, pero “letaken” funciona distinto. Arreglar lleva tiempo y se necesita paciencia: Hay que contener el dolor de la ruptura y el dolor de entender que arreglar las cosas supone atravesar un proceso.

Yo creo que en lo que respecta a la Tnuá, durante la pandemia vimos muchas cosas romperse: la rutina, la presencialidad, los cronogramas anuales, muchos vínculos… En muchos casos, se quebraron también varios de nuestros sueños: el sueño de mi primer majane o Majón; el sueño de una hadrajá como la que me contaron; el sueño de dirigir un mifkad y ver, sentir y emocionarse con el ruido, las sonrisas, las corridas de los janijim y janijot, y tantas cosas más.

¡Vaya si contuvimos el dolor de no poder estar cerquita de la Tnuá como necesitábamos y hubiésemos querido!  Pero en el fondo, todos sabíamos que tiempos mejores finalmente llegarían: “Paciencia”. Y entonces me pregunté a mí misma: pero ¿cómo se hace para tener paciencia? ¿Para contener el dolor hasta que las cosas suceden como soñamos? Y fue allí cuando pensé en mi segundo anillo…

El segundo anillo: התמדה – Perseverancia

El Segundo anillo estaba asociado a la palabra “atmadá” (Perseverancia). Me sorprendió que apareciera esta palabra, pero debo admitir que trae consigo una linda respuesta a mi pregunta del primer anillo.

Si miro la palabra escrita en hebreo, lo que puedo encontrar es que ésta contiene dentro de sí misma la misma raíz de la palabra “” (תמיד),“siempre”. Por un lado, tenemos siempre la posibilidad de aproximarnos a la vida enfocándonos en lo que aún no está; en lo que aún no hay, en lo que aún falta. Cuando ésta es la aproximación, la paciencia ocupa un lugar central. Por el otro lado, tenemos siempre la opción de enfocarnos en lo que sí hemos logrado; en lo que sí tenemos, en lo que sí podemos conseguir. Cuando logramos ver la vida desde la segunda perspectiva, logramos balancear el peso del dolor y llenarnos de energías que nos motivan a dar un paso más, con constancia, hacia nuestros sueños.

En el caso de la Tnuá, en tiempo de pandemia lo vimos claro. No teníamos el calor de la presencialidad. No teníamos la seguridad y respaldo del abrazo de la kvutzá. No teníamos el jeder pehilut, no tuvimos nuestra segunda casa (y a veces hasta la primera). Sin embargo, logramos ver lo que sí hay. Y lo que había lo intentamos explotar al máximo. Generamos nuevos vínculos, al tiempo que fortalecimos otros tantos. Descubrimos en muchos casos que somos mucho más grandes y fuertes de lo que habíamos imaginados. Más importante aún: aprendimos que, si de verdad queremos algo, nada ni nadie nos va a detener; porque juntos, contra todos los pronósticos, en contra de todos los vientos y mareas, esquivamos el destino e hicimos posible lo imposible, una tras otra, tras otra vez. ¿Fue sencillo? No, claro que no. Pero aun así lo logramos, gracias a que elegimos siempre la opción de seguir adelante, enfocándonos en la parte llena del vaso.

Por eso creo que, en el proceso de reparar en general, la perseverancia es esencial. El camino que nos conduce al “Éxito”, cualquiera sea el área en la que queramos triunfar, nunca será lineal. Como la vida misma, tendrán sus altos y bajos, sus idas y vueltas; sus momentos de rápido crecimiento y ritmos más lentos, que en ocasiones nos generan incluso sensación de estancamiento. Precisamente durante estos momentos difíciles, es que no debemos olvidar la centralidad de ser perseverante.

Ahora bien, hemos dicho que cuando nos enfocamos en lo que aún no hay, lo que prima es la paciencia. ¿Qué es, pues, lo central cuando me embarco en el proceso de Tikun desde la perspectiva de lo que sí hay? La respuesta está en el tercer anillo…

El tercer anillo: אהבה – Amor.

Todo proceso de Tikun necesariamente se sostiene en el amor. Creo que habrá tantas definiciones de “amor” como seres humanos en el mundo.

En mi humilde opinión, e intentando simplificar uno de los valores más complejos que existen, creo que amor es querer plenamente («con todo tu corazón») y hacer con todas tus acciones lo que sea necesario para que el Otro o lo Otro sea feliz, crezca, explote su potencial. Y si, por supuesto que a veces hay que hacer sacrificios, y claramente muchas veces hay que esforzarse.

A veces siento que cuando las cosas salen bien, estamos en una “buena racha” es muy fácil hacer las cosas “Be’ahava”. Sin embargo, cuando “el partido se complica”, cuando empieza la tormenta, cuando aparece la crisis y hay tantas cosas por arreglar, el deber empieza a ocupar más lugar del que tal vez necesitamos.

En el caso de la Tnua, no es secreto que la pandemia trajo aparejados muchos desafíos a superar, muchos problemas a resolver, muchas situaciones que arreglar. Y no cabe duda alguna de que amamos a la Tnua profundamente: tal vez eso es lo que nos ayudó en algún punto a sostener el dolor de ver que las cosas ya no eran como antes, que las cosas habían cambiado y que necesitábamos paciencia para reparar y mucha más aun para construir algo mucho mejor de lo que ya existía.

En este último tiempo muchas veces me pregunté ¿Cómo es posible que un valor y sentimiento tan dulce y puro como el amor pueda causar tanto dolor? Y llegué a la conclusión de que no, el amor no duele. Los que dolemos somos nosotros cuando en nombre del amor hacemos cosas que van en contra de nuestra esencia o nuestra voz interior.

Digo esto porque creo que, en esta época de Pandemia, muchas veces sentimos que hicimos cosas en contra de la esencia de la Tnua. El ejemplo más claro está en el entendimiento de que la Tnuá esencialmente supone un vínculo cálido, auténtico, humano y nosotros tuvimos que sostener nuestra relación en modo artificial, muchas veces fría, virtual. Y no, no fue para nada sencillo.  Está claro que todos amamos a la Tnua. Sin embargo, ante la crisis, hubo gente que estuvo dispuesta a sostener la incomodidad de lo imperfecto, quedarse con lo que se podía incluso si no es auténticamente nuestra esencia y otros que, a pesar de sentir mucho amor, decidieron tomarse un tiempo. Ambas decisiones son legítimas, validas, pero la pregunta que yo me hago aquí es: ¿Qué fue lo que, además del amor por la Tnua nos ayudó a no darnos por vencido, a juntar la cuota de paciencia necesaria para poder seguir adelante (a diferencia de otras personas que también aman a la Tnua, pero decidieron distanciarse)? La respuesta está en el cuarto anillo.

El cuarto anillo: אמונה – fe.

Muchas veces la gente asocia la palabra fe al aspecto estrictamente religioso. Sin embargo, la fe es algo mucho más amplio que eso. Tener fe en nosotros mismos, en los demás, en que las cosas pueden ser diferentes, mejores y que nosotros podemos contribuir en esos procesos es algo profundamente humanista, ya que ubica en el centro de la acción a la persona como actor principal en el proceso de hacer de su realidad, su familia, su Tnuá, su Kehilá y su mundo, algo mejor.

Así es como podemos ver a la fe como hermana de la esperanza que, a diferencia de la paciencia (la cual contiene el dolor hasta alcanzar lo que busca), es la “espera” que vivenciamos mientras caminamos con persistencia hacia nuestros sueños con la fe sincera de que los hemos de alcanzar. Y si hablamos del proceso de “tikun ishi” y “tikun olam”, resulta esencial creer profundamente que con nuestras acciones podemos acercarnos a ese ideal.

El amor es importantísimo, pero en tiempos de crisis no es suficiente. La crisis genera ruido, caos, confusión y eso fácilmente nos puede llevar a pensar que lo que vivimos en el presente es la nueva realidad para siempre. Que tenemos que resignarnos a aceptar que las cosas “son así”…

Una persona que perdió la fe y la esperanza, puede amar «con todo su corazón» y, al mismo tiempo, sentir que la realidad es demasiado pesada y lo mejor es rendirse; que no hay lugar para letaken…

Y no…. Justamente en tiempos de crisis, cuando todo se desmorona, ahí es cuando tenemos que poner todas nuestras fuerzas en soñar en la realidad que queremos para nosotros y visualizar el futuro que deseamos; ese que llena nuestro corazón de alegría y nuestra alma de sentido. Ese futuro que nos empuja a dar los pasitos hacia adelante incluso cuando sentimos que se nos acaban las energías.

A lo largo de esta pandemia, la fe y la esperanza han sido pilares esenciales del quehacer educativo de cualquier madrij o madrija. Hoy más que nunca, nuestra misión educativa ubica dentro de sus más importantes objetivos el de construir junto a nuestros janijim y janijot el “derej” que les permita ir desde el fondo mismo de la crisis hasta el cielo abierto de oportunidades que esta trae consigo. Nosotros, con nuestra hadrajá – la cual está tan llena de valores, sentidos, ideas y sueños de un futuro mejor – podemos ser el faro que alumbra el camino de nuestros janijim y janijot en este mar de incertidumbres hasta que lleguen sanos y salvos a destino.

Lo que ES hoy, no es necesariamente lo que tiene que SER. El presente no es sinónimo de futuro, si solo nos animamos a darnos la posibilidad de reparar lo que haga falta. Suena lindo. Suena importante. ¿Es posible? Si, lo sé por mi último anillo.

El quinto anillo: חזק ואמץ – “Fuerte y valiente”

Miles de veces dije, escuché y leí esta frase. Debo admitir que a medida que fue pasando el tiempo, la mayoría de las veces era una firma, un sello, una marca de identificación más que otra cosa. Supongo que, lamentablemente, con la rutina, también el saludo de la Tnua en algún punto fue naturalizado. Sin embargo, desde que empezó la pandemia, “Jazak veEmatz” empezó a ser cada vez más relevante, significativo, poderoso. “Fuertes de cuerpo y valientes de corazón.” Ese es el mandato de Moshé a Yoshúa antes de conquistar Eretz Israel. Y ese es el deseo al que aspiramos llegar en cada uno de los ámbitos de nuestras vidas, cuando somos nosotros los que tenemos que conquistar el miedo que nos impide superar las barreras que nos separan de aquello que tanto anhelamos alcanzar.

Ante cada una de las decisiones que tenemos que tomar, cada uno de los desafíos que nos toca superar, cada una de las cosas que queremos reparar, recordemos que somos fuertes y valientes, porque un paso después del miedo, de verdad hay una mejor versión de nosotros mismos, de nuestros vínculos, del mundo en el que vivimos y al que aspiramos a construir. Cuando logramos superar las barreras que nos limitan, cuando logramos romper las cadenas que nos atan, un paso después de eso, hay siempre algo mejor que vale la pena explorar…

Por favor, ¡no dejemos que el miedo nos paralice! Usémoslo como herramienta para avanzar hacia aquello que tanto deseamos, con la precaución y el cuidado necesario para no quebrarnos – ni quebrar nada a nuestro alrededor – en el camino hasta alcanzarlo.

A modo de conclusión

Y a propósito de cadenas, en mi sueño no había cadenas. Había anillos. Cuando pienso en cadenas, la primera asociación es la de algo que amarra, encierra, oprime. Sin embargo, cuando pienso en un anillo, pienso en compromiso…

Deseo de corazón que este año que estamos empezando, podamos comprometernos con los valores que nutren nuestra forma de ver el mundo, para querer intervenir en él y ‘reparar’ lo que necesitemos desde un lugar positivo, feliz y disfrutable, y no desde un lugar de pesadez y carga. Desde un lugar de elección y no de deber. Desde un lugar de disfrute, luz, e idealismo; y no uno de sufrimiento, oscuridad o cinismo.

Deseo de corazón que cada uno encuentre cuales son las palabras en los anillos que lo ayudaran este año a empezar un proceso de tikun ishi que los acerque a ser esa persona que tanto quieren ser, a ese vínculo que tanto desean construir, a esa Tnuá a la que tanto extrañamos y queremos volver… Y desde ahí volver a intentar juntos enfocarnos en el desafiante proceso de letaken todo el resto de las cosas que necesiten tikún, para que el próximo año sea realmente bueno y dulce para todos. ¡Shaná tová u’jatima tová!

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