Por: Romi Morales
Un cuento personal
Hace mucho tiempo atrás, mi mamá decidió que nuestro jardín se vería más feliz si tuviera árboles. Llamó al jardinero y le pidió si podía plantar en nuestro jardín un árbol de ciruelas y otro de limón. Pocos días después, dos nuevos integrantes habían llegado a nuestro patio.
Pasaron varios meses hasta que llegó el invierno y una noche de mucho frío, comenzó una terrible tormenta con fuertes vientos y granizo. Por supuesto, nadie salió de casa hasta que la lluvia cesó. Y cuando eso sucedió lo primero que hicimos fue correr hasta el jardín. Tendido en el piso, se hallaba quebrado el árbol de ciruelas. El viento lo había arrancado de la tierra y lo había alejado varios metros del que había sabido ser su lugar en el jardín. Y por el otro lado, firme y derecho el limonero. Algunas hojas habían caído, pero él no. Preguntó mi papá al ver la situación: «¿cuál es la diferencia entre ambos árboles? ¿Por qué uno logró superar la tormenta y el otro fue devastado por ella? Intentamos responder a la pregunta, pero aún sigo creyendo que él tuvo la mejor: «Me parece que la diferencia entre ambos, fue que el limonero logró desarrollar raíces fuertes y profundas, mientras que las
raíces del árbol de ciruelas eran débiles y bastante superficiales aún».
Fortaleciendo raíces, construyendo identidad.
Si tuviésemos que hacer un paralelismo con nuestro rol como educadores, podríamos preguntarnos: ¿Qué se necesita para fortalecer “las raíces” de nuestros janijim? ¿Cómo podemos, a través de nuestra tarea educativa, garantizar que nuestros janijim lograran construir una identidad fuerte que les permita superar las tormentas que puedan surgir a lo largo de la vida? En mi humilde opinión creo que, para cumplir con estos objetivos, necesitamos trabajar principalmente en tres áreas: a) valores, ideas y principios que constituyen la forma de entender el mundo y como intervenimos en el (cosmovisión de mundo), b) habilidades, aptitudes y destrezas que permiten aplicar nuestras ideas en la práctica y c) vivencias formativas significativas.
a) Cosmovisión de mundo.
Uno de los elementos claves que tenemos como educadores para nutrir y asegurar el crecimiento de “las raíces” de nuestros javerim, es la canasta de valores morales que enmarcan la forma que éste tiene del mundo, junto con las ideas y principios que le permiten intervenir en él. El aspecto ético-ideológico es central en el desarrollo de nuestros janijim, puesto que cuando ellos tienen clara su visión y misión en la vida, la motivación a la hora de sobrellevar las tormentas, es aún mayor. En este sentido, el bagaje ético de nuestro pueblo, del acervo sionista y de la concepción humanista liberal a los que educamos en la Tnua, funcionan en nuestro javer como ancla en un mundo donde «perderse» o ser azotado y «arrancado» por los fuertes vientos de la posmodernidad es un desafío por demás cotidiano al que ellos suele enfrentarse.
b) Habilidades, aptitudes y destrezas.
En paralelo a enseñarles a “ser”, otro elemento fundamental a la hora de preparar a nuestros javerim para la vida es enseñarles a “hacer”. Sabido es que, especialmente en la actualidad a los jóvenes información no les falta.
Ante la duda sobre cómo resolver un problema, basta con preguntarlo a Google para recibir una amplia gama de respuestas. Si bien “teóricamente” la solución está al alcance de la mano, lo cierto es que muchas veces, traducir la misma en acción resulta prácticamente imposible, especialmente cuando los problemas son complejos. Esto es así, especialmente en lo que respecta a la construcción identitaria del janij.
En este contexto, la Tnua se erige como plataforma ultimativa, puesto que ofrecer a nuestros javerim un espacio seguro en donde cuestionarse quiénes son, qué desean, qué huella quieren dejar, cómo quieren vivir su judaísmo, sionismo, su vínculo con Israel en particular y con el mundo en general. Pero la Tnua no se conforma con eso, la Tnua otorga herramientas concretas y oportunidades para poner estas inquietudes en práctica para que, a través del aprendizaje y la experiencia nuestros javerim puedan convertirse en esa
persona a la que aspiran ser. La introspección, el análisis y el pensamiento crítico son los que contribuyen a que los janijim estén en constante búsqueda de construir sentidos y significados, base para crear raíces fuertes y sólidas.
c) Vivencias formativas significativas.
Definimos «vivencias significativas» a esos momentos mágicos que guardamos en la mente y en el corazón puesto que sintetizan de manera única y especial ejemplos que hemos vivido, donde el «saber ser» y «saber hacer» confluyen creando un recuerdo vivo que nos sirve de guía a lo largo de nuestra vida.
Muchas veces, puede suceder que contamos con los conocimientos teóricos, la información, la expertis e incluso las herramientas necesarias para enfrentarnos a las vicisitudes que nos presenta el camino y, aun así, sentir que no nos es suficiente para “aguantar” el chaparrón.
En estos casos, las “vivencias formativas significativas” son las que nos regresan a aquellos momentos, lugares o personas que funcionan como faro, alumbrando un poco nuestro camino. Creo que la Tnua, es el marco ideal para crear, producir y facilitar vivencias de este estilo, puesto que hay madrijim (pre)ocupados en pensar, crear y planificar las mejores estrategias, dinámicas y actividades posibles para que los janijim puedan nutrirse como seres humanos, desarrollarse y explotar todo su potencial, tanto en los días cálidos de primavera como en las noches crudas de invierno, bajo las más intensas tormentas.
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Hoy, en tu bishvat, este pequeño cuento personal cobra un nuevo sentido para mí y por eso me gustaría dedicarlo a los madrijim y madrijot de nuestra Tnua, quienes con tanto amor, cariño y dedicación trabajan sábado a sábado para fortalecer las raíces judías, sionistas y humanistas de nuestros javerim y javerot.