SABER SER Y HACR LUZ ETERNA

Por: Romi Morales

En la parashá Tetzavé, la expresión נֵר תָּמִיד (Ner Tamid) hace alusión a una “Luz eterna”. Esta expresión aparece en Shemot/Éxodo 27:20, cuando se le ordena a Bnei Israel traer aceite puro de oliva para encender constantemente una lámpara en el Mishkán (Tabernáculo). A primera vista, este tema puede parecernos lejano, sin embargo encierra un mensaje profundo para quienes buscan desde la educación influir, impactar e inspirar más allá de su presencia física. Porque un verdadero educador no se mide solo por lo que enseña, sino por la huella que deja en quienes aprenden de él.  Por eso, si eres una de esas figuras educativas y quieres analizar qué legado estas dejando con tu enseñanza, este artículo puede ser de interés.Acompáñame. ¡Empezamos!

Figuras educativas que son Luz Constante

Hay personas que llegan y pasan por nuestras vidas sin dejar rastro. Hay otras, sin embargo, que aparecen en un momento específico, por un tiempo relativamente corto, pero dejan una huella profunda de por vida. Esto sucede especialmente con las figuras educativas, aunque no con todas. Hay veces que cierto educadores logran convertirse en luz constante para sus aprendientes, dejando en cada uno de ellos un legado que sigue iluminando el camino incluso cuando ya no está presente. Ahora bien, ¿cuáles son las cualidades y habilidades que permiten generar un impacto tan profundo? Para responder a esta pregunta, diremos que la influencia de un educador memorable se construye sobre tres dimensiones claves: 1) SABER(la formación pedagógica y el conocimiento que transmite), 2) SABER SER (la calidad humana y los valores que encarna) y 3) SABER HACER (las herramientas y estrategias que utiliza para generar impacto duradero). La combinación de estos 3 factores, al parecer, podrían ser parte del secreto del éxito. Veámoslos un poco más en profundidad.

Luz eterna, saber y conocimiento en educación.

Así como el “Ner Tamid” no iluminaba para deslumbrar, sino para dar claridad y orientación, un educador con estas habilidades es una luz que acompaña sin imponer, guía sin sofocar, y permite a que cada quien descubrir su camino, sin renunciar a dar aquellas herramientas que les permitirán a sus aprendientes ser seres humanos autónomos, críticos y comprometidos.Por eso, al hablar de la dimensión del SABER, en términos generales, nos referimos a las habilidades que le permiten a un educador ser un transmisor eficaz de conocimiento y valores. Algunas aptitudes significativas en estas figuras educativas son: tienen conocimiento profundo del contenido (esto les permite vincularlo con la vida real, hacerlo relevante y significativo y por ende perdurable en el tiempo), la capacidad de generar pensamiento crítico (no impone respuestas, sino que despierta preguntas que le permitan a nuestros jóvenes cuestionar los paradigmas sociales, fomentando su libertad de pensamiento y acción) y la flexibilidad y creatividad a la hora de educar (sabe ajustar los métodos educativos a las necesidades del grupo y encuentra formas innovadoras de educar.), entre otras.

Para saber si esta dimensión está fuerte en ti, puedes preguntarte: ¿Mis enseñanzas tienen conexión con la realidad de mi grupo?, ¿Qué estrategias puedo implementar para despertar la curiosidad y el deseo de aprender en ellos?, ¿Cuándo fue la última vez que desafié mi forma de enseñar?, ¿Permito que mis aprendientes cuestionen lo que enseño y construyan su propio conocimiento?, ¿Aprendo de mis aprendientes? ¿Cómo me han enseñado ellos a ser mejor educador/a?

Luz eterna como reflejo del ejemplo personal.

En la parashá se menciona el enorme esfuerzo que se debía hacer para mantener encendida la luz eterna de la menorá. Solo la primera gota de aceite de olivo sería tomada para tan importante función y ésta era resultado de mucho trabajo también. Ahora, una vez encendida, esta luz colmaba el ambiente de una energía capaz de transmitir los valores más profundos a quienes la percibían. 

Del mismo modo, la coherencia educativa requiere esfuerzo, perseverancia y dedicación. Sin embargo, cuando logramos alinear nuestras palabras con nuestras acciones, nuestro ejemplo personal se convierte en una luz que ilumina más allá del momento presente. De aquíaprendemos la importancia de la dimensión del SABER SER, es decir, las cualidadeshumanas que hacen que un educador sea significativo en la vida de sus aprendientes, más allá de los contenidos que comparte. Así, si el saber refiere al “qué”, el saber ser refiere al “cómo”. Ahora, por más que existe una amplia gama de atributos en las figuras educativas que trascienden, los que tienden a ser más valorados son:

– la autenticidad (es decir, educan sin máscaras, conectando genuinamente con los jóvenes), 

– la humildad y el aprendizaje continuo (son aprendices y disfrutan de mostrar a su grupo que están en constante crecimiento y desarrollo personal, intelectual y profesional),

– la empatía (saben escuchar, entienden y acompañan los procesos individuales y colectivos), 

– la pasión por la educación (transmitem energía y amor por lo que hacen).

– La coherencia (educan con su ejemplo. Su vida es el reflejo claro de los valores que enseña).

¿Quieres saber cuán fuerte está esta dimensión en tu práctica educativa? Veamos: ¿Qué valores transmites sin necesidad de decirlos explícitamente?, ¿Qué haces cada día para seguir creciendo como persona y como educador/a?, ¿Qué impacto tiene tu lenguaje corporal, tono de voz y actitud en el aprendizaje de tu grupo?, ¿Estas siendo la figura educativa que te hubiera gustado tener a la hora de aprender? Si hoy dejaras de enseñar, ¿qué legado crees que has dejado en tus aprendientes?, ¿Qué valores y enseñanzas quiero que mis estudiantes recuerden de mí cuando ya no esté presente?

Luz eterna, de la teoría a la práctica.

El concepto de Ner Tamid se mantiene vigente en las sinagogas con una lámpara encendida permanentemente cerca del Arón HaKódesh, donde se guardan los rollos de la Torá. Gracias a la visión de nuestros antepasados, la constante intención de desarrollar liderazgo y el trabajo profundo en el concepto de Kehila, esa luz se mantuvo encendida y se transmitió de generación en generación. 

Ahora bien, para poder garantizar la trascendencia, es necesaria la dimensión del SABER HACER. Esta dimensión que se enfoca en el propósito mismo del acto educativo (“para qué”), incluye aquellas herramientas que le permiten a los educadores impactar de maneraduradera. Así como los que nos precedieron, los educadores que inspiran de por vida tienden a ser personas con una visón educativa a largo plazo. Es decir, si bien invierten en el presente, entienden este trabajo dará frutos a futuro. Desarrollando múltiples saberes motivan a sus aprendientes a devenir en líderes positivos en cualquier ambiente dónde se encuentren. Por eso promueve el trabajo en equipo y el sentimiento de comunidad dentro de su espacio educativo. Esto les ayuda a desarrollar el sentimiento de pertenencia a algo más grande que uno y por ende la voluntad de influir idealmente para bien. Reflexionar sobre ésta dimensiónen el plano personal, puede llevar a preguntarnos: ¿Cómo haré para que mi legado educativo trascienda generaciones?, ¿Inspiro a otros educadores para que también dejen una huella?, ¿Motivo a mis aprendientes a convertirse en agentes de cambio?

En conclusión

Parasha Tetzavé nos regala una hermosa invitación para hacernos un montón de preguntas con el fin de explorar en qué medida nuestra figura educativa sabe ser y hacer luz en nuestros marcos educativos. Alevai logremos devenir en luz y así contribuyamos a que cada uno de nuestros aprendientes brille auténticamente por siempre. Alevai las enseñanzas que reflejan nuestro ejemplo personal perduren en el tiempo por siempre y contribuyan a hacer de éste un mundo mejor.

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