Por: Yuval Nemirovsky
Durante muchos años, he sido parte de una concepción ideológica israelí que proyectaba valores occidentales sobre la realidad palestina. Creímos que, si ayudábamos a mejorar la calidad de vida de los palestinos, si facilitábamos su desarrollo económico y social, y les brindábamos un futuro prometedor, la violencia cesaría. Pensábamos que, con el tiempo, los ataques disminuirían y las tensiones se resolverían. Creíamos, de manera ingenua, que si construíamos juntos, si les brindábamos un futuro mejor, ellos no nos atacarían.
Esta visión nos llevó, entre otras cosas, a reducir fuerzas en el ejército, a buscar acuerdos de paz y a apostar por la creación de un futuro compartido, basado en la esperanza de que, algún día, dos estados vivirían en paz. Pero lo que vimos el 7 de octubre nos muestra que esa concepción fue errónea. La masacre perpetrada contra civiles israelíes no es solo un acto de barbarie, sino una clara señal de que la estrategia que hemos seguido durante años ha sido insuficiente, y en muchos aspectos, equivocada.
Este golpe brutal nos obliga a replantearnos nuestras ideas sobre la convivencia, la creación de dos estados y la posibilidad de paz. Es importante aclarar que, cuando hablo de repensar la idea de «dos estados», no estoy refiriéndome a cuestiones tácticas, como la concesión de tierras o la construcción de asentamientos en Gaza o Judea y Samaria. Esos son debates legítimos y tácticos que pueden ser discutidos en su debido contexto. Lo que quiero resaltar hoy es una reflexión profunda sobre la ideología misma que nos ha guiado hasta aquí.
La realidad, que ya no podemos ignorar, es que hoy NO existe un socio palestino dispuesto a negociar la paz. No solo no hay voluntad de alcanzar una solución política, sino que, lamentablemente, la ideología que prevalece en muchos sectores palestinos sigue siendo de confrontación y violencia. No podemos seguir proyectando nuestras propias concepciones de paz y convivencia sobre un pueblo que tiene una visión completamente diferente del mundo.
Esto no significa que abandonemos el sueño de la paz. Nunca dejaremos de luchar por ella, pero nuestra concepción del mundo no puede seguir siendo una utopía basada en la idea de que los palestinos piensan como nosotros. La ideología que predomina entre ellos está profundamente arraigada en valores que difieren radicalmente de los nuestros, y esa diferencia debe ser entendida de manera realista y honesta.
Es por eso que debemos empezar a enseñar este realismo a nuestros janijim. No podemos permitirnos ser inocentes nuevamente, ni esperar que, con buenas intenciones, todo se resuelva de manera pacífica. Nuestro enfoque debe estar basado en una comprensión profunda de la situación y en la educación crítica que, como movimiento juvenil, siempre hemos promovido.
Nos enfrentamos a una realidad compleja, en la que, aunque siempre aspiramos a la paz, debemos reconocer que el camino para alcanzarla no pasa necesariamente por la ilusión de unacuerdo inmediato con un socio palestino que hoy no existe. Esta lección de realismo es fundamental para que nuestros jóvenes puedan formar una opinión basada en la verdad de los hechos, y no en ilusiones que pueden costarnos caro.
La educación crítica que siempre hemos defendido es más necesaria que nunca. Nuestros janijim deben entender que la paz no se logra solo con deseos, sino con un análisis claro de la realidad que nos rodea. Debemos enseñarles que, si bien la esperanza y la lucha por la paz son parte de nuestro ser, no podemos vivir bajo la suposición de que aquellos con los que deseamos compartir el futuro tienen las mismas aspiraciones que nosotros.
Hoy, más que nunca, debemos formarnos y educar con un enfoque realista, porque solo así podremos estar preparados para lo que venga, defendiendo nuestros valores y protegiendo lo que más amamos: nuestra tierra, nuestro pueblo y nuestra seguridad.
Jazak Veematz
