¿QUÉ HAY EN COMÚN ENTRE EL MAJANÉ Y LA FESTIVIDAD DE SUCOT?

Por: Maor Hurevich, Sheliaj Netzaj Israel B’Brasil

Uno de los momentos más emocionantes que existen en una Tnuá, es la salida al Majané.
Mucho tiempo antes ya se sienta la Hanga y planifica la fecha exacta del mismo, la vaadat
Jinuj planifica el programa educativo del Majané, los madrijim hacen todas las peulot,
compran los materiales y organizan los juegos para las diversas actividades, garantizando
así hasta el más mínimo de los detalles. ¿Y qué pasa con los janijim? No existen personas
más emocionadas, felices y quizás un poco asustadas que nuestros janijim. Estos llegan a
los autobuses, acalorados, con una maleta grande cuyo cierre cedió en el último momento
a la gran presión que ejercieron intentando cerrarla luego de haber metido una gran
montaña de golosinas. Después de que se separaron de los padres y subieron a los
autobuses, esperan solo escuchar el sonido del motor. La partida y el saludo a mamá y papá
con las manos desde la ventana del bus muestran el primer indicio de que del momento
real ha llegado: ¡el Majané comienza!

El Majané es el momento cúspide de fin de semestre. En él se condensan todo nuestro
trabajo previo, todos los esfuerzos que hemos realizado día y noche mientras
planificábamos peulot y juegos en el Ken, el llanto y la risa, la ira y la alegría, los buenos
tiempos y momentos difíciles, todo eso se concentra en cuatro o cinco días de
campamento. Con el Majané, salimos de la rutina, de nuestras casas y de la deliciosa
comida que conocemos para pasar a un lugar extraño, poco natural para nosotros, un lugar
donde un desconocido nos prepara platillos no tan ricos como la de mamá, donde la cama
es menos cómoda que la que hay en casa y donde la limpieza, el orden y el buen olor de
nuestro hogar son cambiadas por habitaciones desordenadas con aromas no tan agradables,
y quién sabe si esta vez habrá agua caliente en la ducha. Estas descripciones son bien
conocidas por cualquiera que haya sido parte de una Tnuat Noar, ¿pero nos imaginamos
alguna vez hasta qué punto éstas se pueden asociar con la festividad de Sucot?

Sucot es una de las tres fiestas de peregrinación mencionados en la Biblia, en la cual era
mitzva para Am Israel subir al Templo, realizar un sacrificio y agradecer por todos los
cultivos recogidos. De ahí que Sucot es también llamada “la Fiesta de la cosecha”, ya que
siendo al final del verano, el agricultor reúne por fin los frutos del arduo trabajo realizado
durante todo el año. Imagínense lo que significa este momento culminante. Un pueblo
entero, cada familia, cada persona dejando sus casas y sus campos, sus rastrillos y tridentes,
dejando la rutina y todo lo que les es familiar para viajar a un único lugar lejos de sus
hogares: Ierushalaim. La festividad de Sucot es una especie de resumen del final de la
temporada agrícola, después del largo verano y los preparativos para la temporada de
lluvias que se aproxima. Por lo tanto, es un momento cumbre en el calendario judío.

En la festividad de Sucot, tenemos la mitzva de salir de nuestras casas y sentarnos en la
Suca, en memoria a las generaciones de Bnei Israel que habitaron en “sucot” mientras
deambularon por el desierto luego de salir de Egipto.

La salida de nuestro cálido hogar, de nuestras 4 paredes y del cómodo dormitorio para
pasar a un cuarto temporal, a veces un poco amontonado con cosas y poco natural es una
de las ideas principales de esta festividad. Pero ¿Cuál es la idea desconcertante detrás de
esta enigmática mitzva?

La rutina de la vida y el día a día nos causa muchas veces apatía e indiferencia. Nuestros
días y semanas son muy fijos y la mayoría de nosotros tiene una agenda que no cambia
significativamente con el tiempo. Así, la conveniencia y comodidad de la rutina, trae
aparejada consigo la posibilidad de ser arrastrado y absorbido por ella, haciendo que
olvidemos detenernos un momento a apreciar nuestro entorno cotidiano. Sucot, en este
contexto, viene a sacudir toda nuestra existencia, las cosas más básicas: salimos de una
estructura segura, de la cama cálida y confortable a un lugar antinatural e inestable
durante una semana. Cuando después de unos días volvemos a lo familiar, aprendemos a
apreciarlo realmente. Cuando volvemos a casa, cerramos un ciclo. Entendemos cuán
rutinarias y cotidianas son nuestras cosas para nosotros. De repente, nuestro entorno y las
pertenencias que nos rodean todos los días obtienen más valor. Cuando aprendemos a
apreciar verdaderamente nuestro medio ambiente y nuestros objetos y no los damos por
obvio, nos transformamos en seres libres.

Tanto el Majané como Sucot, nos permite tomarnos vacaciones de todos los objetos y
dispositivos que nos coartan la libertad para poder liberarnos. ¿Y por qué lo amamos
tanto? De repente, cuando nos separamos de los padres y los autobuses emprenden
camino, pasamos a otra realidad, una realidad aislada de este mundo. De repente, durante
unos días, tenemos la oportunidad de ser y vivir en un mundo “desconectado” y soñar.

Como en “la fiesta de la cosecha” en la que todas las personas salían de sus casas y campos
y peregrinaban al templo en Jerusalén para celebrar el fruto de todos sus trabajos, así
nosotros llegamos al Majané, para disfrutar del trabajo que realizamos durante todo el
semestre, y celebrar los frutos que nos dio nuestro duro trabajo en la Tnua.

Jag Sucot sameaj para todos!

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