Por: Romi Morales
El Tanaj está repleto de cuentos fascinantes. Cuentos sobre personas que, al igual que nosotros, tienen sus debilidades y fortalezas. Cuentos sobre familias y sobre la relación de nuestro pueblo con otros pueblos y con Dios. El tanaj también está lleno de historias que muestran procesos, personales, nacionales, espirituales, morales. Sin lugar a dudas, el Tanaj es una fuente maravillosa de la cual podemos aprender mucho sobre nosotros mismos y sobre Am Israel. Ahora bien, cuando leemos la Tora, uno de los temas más interesantes que surgen desde el comienzo, es la relación conflictiva que existe entre hermanos. Todos conocemos las tristes historias de Cain y Abel, Iaacov y Esav, Yosef y sus hermanos. Historias de celos, envidia, competencia y a veces mucho odio.
Sin embargo, llegamos a la historia de Moshe y aquí algo cambia.
Sabemos que después de que Paró mandó a matar a todos los varones hebreos que nacieran, Yojevet intentó ocultar al recién nacido, Moshe. Varios meses consiguió su cometido, más cuando el niño creció, esto fue imposible. Así que la familia de Moshe decidió ponerlo en una canastita y dejarlo en el rio, esperando que alguien lo rescate y lo adopte. Ahora bien, Moshe no quedó solo a la deriva. Sino que su hermana Miriam, con cautela y responsabilidad recorrió desde la orilla el mismo camino que hizo Moshe en el rio, para asegurarse que nada malo ocurra con él. Finalmente, la canastita llegó a manos de Batia, la hija de Paró, quien tomó al niño y lo crió como si fuera suyo.
Moshe creció y un día salió del palacio. En su camino vio un egipcio golpear a un hebreo. Moshe intervino en la situación para defender al hebreo, dando muerte al egipcio. Este evento posteriormente es lo que va a llevar a Moshe a huir del palacio hacia la tierra de Midian, donde Dios se le presentará en forma de zarza ardiente para pedirle que regrese a Egipto a salvar a su pueblo de la esclavitud. Pero Moshe no acepta el pedido de Dios. El siente que él no es capaz de llevar adelante tan grande misión e intenta por todos los medios desistir y convencer a Dios que él no es la persona indicada. Solo cuando Dios le sugiere llevar adelante esta tarea junto a su hermano Aaron, Moshe se siente tranquilo de aceptar y pone manos a la obra.
Es el trabajo en equipo, la solidaridad entre hermanos, el cariño y la responsabilidad mutua que expresan los unos con los otros en los diferentes momentos de la vida de Moshe, lo que lleva a estos tres personajes, a liberar a todo un pueblo de la esclavitud. La historia de Pesaj así, se transforma además del jag de la libertad, en el jag de la hermandad.
Pero no solo. Pesaj también es el cuento de tres hermanos que entienden que la situación de encierro, esclavitud, dolor que está atravesando Am Israel es insostenible y que hay que salir de ella, hacia algo nuevo, hacia algo diferente. No todos estuvieron dispuestos a salir de Egipto. Hay quienes prefirieron, como dice la frase popular “malo conocido que bueno por conocer”. Solo una minoría se animó a emprender el fascinante pero difícil proceso de liberación personal y nacional. La meta estaba clara: Eretz Israel. El camino, menos.
Hoy, sabemos que la tarea de Moshe, Aaron y Miriam no fue sencilla. Muchos desafíos, peligros, amenazas tuvieron que enfrentar en el desierto. Pero también maravillosos momentos de revelación tanto física como espiritual. El desierto más de una vez llevó a Am Israel a pensar que “Tal vez es mejor volver a Egipto, a lo conocido”, sin embargo, Moshe, Aaron y Miriam sabían que el proceso ya había comenzado y no había vuelta atrás. Y en vez de hacer una lucha de egos entre ellos, lo que hicieron fue, cada uno desde su lugar y con su estilo particular de liderazgo, intentar canalizar los recursos, las energías y las fortalezas de Am Israel para juntos llevarlos adelante hacia la meta en común.
Yo creo que hoy en día, la historia de Pesaj nos deja muchos aprendizajes a los líderes de Tnuot Noar. Sabemos que la situación de encierro en la que hemos estado viviendo desde el surgimiento del Covid-19 ha está generando mucho daño y también sabemos que la situación no puede seguir así mucho tiempo más. Algo tiene que cambiar. Y si, probablemente haya gente que quiera seguir afianzada a la realidad que fue, al pasado, a lo conocido. Pero habrá otros tantos que se animen, junto a un liderazgo fuerte y valiente, a emprender el rumbo hacia una nueva realidad, más acorde al contexto, más significativa y relevante para nuestros janijim y janijot. Es nuestra tarea unirnos y liderar a nuestras Tnuot en el proceso de construcción de nuevas formas de organización, sistemas, tafkidim, metodologías que nos permitan poner en juego y en acción toda la fortaleza de las Tnuot Noar. La meta está clara: la formación de seres humanos íntegros, con todo lo que ello significa, incluso o especialmente en épocas de crisis. El camino, menos.
Ninguno de nosotros conoce el desierto. Ninguno de nosotros ya ha hecho este recorrido. Pero eso no nos asusta, si es que entendemos que no estamos solos. Que nos tenemos los unos a los otros y que juntos somos más y mejor, podemos más y mejor. Juntos, uniendo las fortalezas de cada uno, los talentos, los distintos estilos de liderazgo, podremos acompañar a nuestros kenim hacia la construcción de una nueva realidad para las Tnuot Noar. De modo tal que, luego de haber atravesado todo este proceso, podamos mirar atrás y sentir que lo hemos logrado: hemos sido la vanguardia que se permitió reevaluar el “como” para asegurar el “que”; hemos sido el liderazgo que aseguró las condiciones básicas para que los demás sientan que esta aventura vale la pena: sentimientos de seguridad, amor, pertenencia y realización personal; hemos sido aquel hermano mayor, hermana mayor que asume responsabilidad por sus hermanitos y hermanitas menores, no desde un lugar de ego y soberbia, sino de cariño, de cuidado mutuo y de perspectiva histórica: porque solo quien entiende que del presente liderazgo, depende el futuro, está dispuesto a emprender tan excitante travesía: la de salir de nuestra zona de confort, incluso cuando se ve como Egipto, hacia nuestra zona de aprendizaje, crecimiento y resplandor, incluso cuando aún no la logramos visualizar.
En este pesaj, nos deseó de corazón que podamos liberarnos de todos los pensamientos que nos limitan, atan y nos empujan a buscar aquel “pasado mejor”, de todos los miedos que nos frenan a la hora de innovar, crear y mejorar y, que éste, sea el punto de partida para el surgimiento de una nueva etapa en la historia de la Tnua, en la que, como en las flores luego del crudo invierno cuando llega la calida primavera, también nosotros podamos volver a florecer.
Jazak ve’ematz y Jag Pesaj Kasher y Sameaj!