PERDONAR EN LA ESFERA INDIVIDUAL: SOBRE MEJORAR NUESTRO MUNDO INTERNO

person holding glass jar

Por: Romi Morales

En Iom Kipur, Am Israel recibe uno de los regalos más lindos que se podrían ofrecer a los seres humanos: la oportunidad de, luego de hacer un profundo y auténtico proceso de introspección, enfocarnos en el proceso de perdonar.

Es interesante porque no para todas las personas esto significa lo mismo. Hay quienes piensan que perdonar significa olvidar, ser indiferente o evitar pensar en lo sucedido. Existen aquellos que consideran que perdonar es tomar responsabilidad, mientras que otros usan el perdón como herramienta de chantaje emocional o bien como una excusa para victimizarse eternamente. Y, están también, los que sienten que perdonar es cambiar. Si bien no tengo una única y “verdadera” respuesta respecto a cuál es la definición ultimativa para este concepto, si tengo mi humilde interpretación sobre qué es lo que en Iom Kipur se puede aprender del mismo.

Uno de los símbolos más significativos del “Dia del Perdón” es el shofar. Shofar, viene de la palabra hebrea “leshaper” (mejorar). Escuchamos el shofar, de la misma manera en la que escuchamos a una especie de alarma que nos llama e incentiva a pensar en que áreas de nuestra vida podemos ser aún mejores. Y para mí, perdonar está relacionado con eso: con la búsqueda de mejorar. Ahora bien, en este sentido, creo yo que existen dos grandes esferas en las que podemos trabajar para conseguir este objetivo: en la esfera individual, en nuestro mundo interno; y en la esfera colectiva, en el mundo externo.

Sobre esto, me gustaría hablar en este pequeño artículo.

Pedir perdón a los demás para mejorar nuestro mundo interno.

En Iom Kipur, generalmente se habla mucho sobre la importancia de pedir perdón a quienes hemos dañado (consciente o inconscientemente) a lo largo del último año. Pero, lo cierto es que, pedir perdón auténticamente no es tarea sencilla. Hay quienes se acercan a este proceso, motivados por el miedo a ser castigados en caso de no hacerlo “como corresponde” y si bien no juzgo los motivos, si creo que cuando uno pide perdón con la motivación de cuidar y construir un vínculo más sano, enriquecedor y ameno con quienes nos rodean, las disculpas surgen de manera natural y honesta. Para pedir perdón, se necesita una cuota muy alta de integridad y una muy baja o casi nula de ego. Se necesita altos niveles de empatía, compañerismo y fraternidad. Se necesita también una gran cantidad de autocrítica y el doble de valor para asumir la responsabilidad sobre las consecuencias de nuestros actos. Pero esto no es todo. Hay aún más tarea por hacer.

Perdonar a los demás para mejorar nuestro mundo interno.

En Iom Kipur también debemos enfrentarnos al gran desafío de perdonar. Y aquí las cosas se ponen un poco más interesantes. Porque no es sencillo perdonar con todo el corazón a quien nos causó dolor. Porque, incluso cuando queremos con toda el alma perdonar, a veces sentimos que las cosas no son como fueron antes. Que la situación cambió, el vínculo cambió, porque nosotros cambiamos y ya no somos los mismos. Y es que, para perdonar se necesita humildad.

Reconocer que nadie es perfecto y que errar, es humano (como cada uno de nosotros). Se necesita valentía, mucha. Porque después de que alguien nos dañó no es fácil volver a confiar y abrir nuestro corazón. Se necesita aprender. Rever lo que pasó y preguntarnos “¿para qué sucedió esto?” “¿Qué lecciones puedo tomar para mi propio crecimiento personal?” Perdonar auténticamente no es sencillo, pero si necesario para poder dejar ir sensaciones y sentimientos amargos que opacan nuestro interior.

Si. Sobre pedir perdón a los demás y perdonar se suele hablar mucho en Iom Kipur, mas no tanto de este proceso cuando está dirigido a nosotros mismos.

Pedirnos perdón para mejorar nuestro mundo interno.

¿Cuántas veces nos hemos visto en la situación en la que nos paramos frente al espejo o nos sentamos en un lugar tranquilo a conectarnos con nosotros mismos y pedirnos perdón por todas aquellas actitudes que hemos tenido en la que nos hicimos daño? ¿Cuántas veces nos disculpamos con nosotros mismos por habernos expuesto a situaciones de riesgo? ¿O por haber renunciado a aquel sueño que estaba casi casi al alcance de nuestras manos? ¿Cuántas veces nos pedimos disculpas por no habernos dado el lugar que nos merecíamos y habernos relegado a lo último, como si fuese este el lugar natural que nos corresponde? ¿Cuántas veces nos pedimos disculpas por culparnos y castigarnos a nosotros mismos por cosas que con cualquier persona en el universo entero hubiésemos sido indulgentes? ¿Cuántas veces nos pedimos perdón por confiar más en las voces externas que en nuestra propia intuición? ¿Cuántas veces nos disculpamos por no haber cuidado lo suficiente nuestro cuerpo, nuestra mente y o nuestra alma? ¿Cuántas veces nos disculpamos con nosotros mismos por habernos construido tantas armaduras, capas y caretas para no salir lastimados, que hasta olvidamos qué es lo que hay en el fondo, en nuestro interior, en verdad?

Sucede que, para hacer este ejercicio, estamos obligados a santificar la vida en general y nuestras vidas en particular, en el sentido de que tenemos que darle a nuestra vida el valor que merece y ni un poquito menos que eso. Cada vida es valiosa y merece ser vivida con dignidad, honradez y honestidad. Por este motivo, necesitamos establecer una conexión fuerte con la verdad, mejor dicho, con nuestra verdad. Pues solo así, podremos darle a ella el espacio necesario para que devenga en destino y no se quede relegada al plan eterno de ser una maravillosa ilusión.

No se ustedes, pero creo que Iom Kipur debería ser una oportunidad para esto también.

Perdonarnos para mejorar nuestro mundo interno.

Y por último dentro de este punto: perdonarnos.

Muchas veces sucede que, en ciertas circunstancias, tomamos decisiones que, en un contexto determinado, nos parecen las más acertadas, pero que con el pasar del tiempo, empezamos a entenderlas como equivocadas. En el mejor de los casos, aprendemos, crecemos, avanzamos. En el peor de los escenarios, nos culpamos, nos castigamos y nos estancamos en un mar infinito de reproches.

Creo que tenemos que empezar a ejercitar el proceso de perdonarnos nuestros errores. Y para esto se necesita, antes que nada, mucha benevolencia, igualdad y justicia.

Porque no es justo que a nosotros mismos nos juzguemos con crueldad y rigidez cuando a quienes nos rodean juzgamos con cariño y flexibilidad. Y para que esto sea posible, tenemos que querernos a nosotros mismos. El amor propio, en su justa medida, será el elemento fundamental que nos permitirá tratarnos a nosotros mismos con respeto y cuidado, permitiéndonos, por un lado, asumir nuestros fallos sin que eso signifique eliminar toda posibilidad de repararlos y aprender para mejorar.

Sobre el lugar de la Tnua en el proceso de mejorar nuestro mundo interno.

Todas estas virtudes y habilidades basadas en imprescindibles valores éticos, lamentablemente no siempre surgen espontáneamente. A estas, por el contrario, hay que cultivarlas, educarlas y personificarlas a lo largo del tiempo, con constancia, perseverancia y férrea convicción. Y esta es la grandeza de la Tnua, a mi modo de ver.

Creo que la Tnua es una hermosa plataforma para, a lo largo de todo el año y durante todo el transcurso del ciclo tnuatí, podamos adquirir herramientas, vivenciar situaciones y construir oportunidades para conocer, ampliar y mejorar nuestro mundo interior y el de nuestros janijim y janijot. En este punto, precisamente, se sostiene esta tarea que hemos adoptado como Tnua, de contribuir en la formación y consolidación de seres humanos íntegros.

Porque al final de cuentas, quienes logran armar y ordenar su mundo interior, cuentan con más energía y motivación para saltar al segundo nivel: Reparar el mundo exterior. En base a los valores de solidaridad, ética, pionerismo, liderazgo, activismo, autogestión y continuidad, estas son las personas que tienden a analizar y buscar proactivamente dónde y cómo pueden aportar a mejorar el entorno que los rodea, sea la kvutza, la Tnua, la familia, la comunidad, la sociedad, Am y Medinat Israel y por qué no, la humanidad toda. Este es nuestro quehacer educativo y nuestro regalo a las próximas generaciones, no solo en esta fecha, sino a lo largo de todo el año.

Y, aun así, hoy, a pocos días de celebrar Iom Kipur, una de las festividades más hermosas que tenemos, nos parece importante recordar que, en esta ocasión, nuestro calendario nos ofrece una maravillosa oportunidad para explorar, definir, enriquecer, construir y mejorar nuestros mundos (interno y externo) y que vale la pena aprovecharla y no dejarla ir.

Contamos con la oportunidad, tenemos las herramientas que hemos ido adquiriendo en la Tnua. ¡Solo falta animarnos a empezar!

Gmar jatima tova y que seamos inscriptos en el Libro de la vida para honrarla, como corresponde y ni un poquitito menos.

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