Por: Gabriel Cojuc, Rosh Jinuj Hanoar Hatzioni b’México
Al HaNisim ve’al HaNiflaot, es un verso que cantamos al encender las velas de Janucá con motivo de ciertos valores que representan a este jag, especialmente dos esenciales, los milagros y las maravillas.
Los milagros, sucesos extraordinarios inexplicables por las leyes de la naturaleza y el universo en Janucá, fueron el aceite de oliva que sirvió para prender luz durante ocho días y la victoria de los jashmonaim ante los seléucidas, siendo considerablemente menos personas. El ser humano tiende a esperar milagros en los momentos más complicados, cuando las circunstancias parecen insuperables. Sin embargo, no es necesario hacerlo, el humano tiene la capacidad de sobrepasar cualquier situación, sin importar lo adversa que sea, el modo de ser resiliente conlleva el descubrimiento de los motivos que nos impulsan a seguir adelante.
Friederich Nietzche decía que “quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”. Es decir, el ser humano posee la necesidad de creer en algo, de tener principios que lo guíen por la vida, lo ayuden a tomar decisiones y afrontar los retos que la vida le impone. Hoy en día, encontrar esta serie de valores y creencias se torna más complicado, debido a la cantidad de distracciones y banalidades a las cuales, en ocasiones, les concedemos mayor importancia que al valor de nuestra propia vida. Esto hace que a la hora de enfrentarnos ante los desafíos que nos depara la vida, optamos por esperar un milagro, en lugar de luchar por nuestras aspiraciones e ideales.
Para el humano la capacidad de maravillarse, segundo concepto del verso que cantamos en Janucá, es cada vez más difícil de alcanzar. El asombro es una característica básica del ser humano, la cual no solo rompe con la rutina, sino que da pie a la reflexión y a la interiorización de la experiencia. El rol que adopta Hanoar Hatzioni ante esta realidad que amenaza a las juventudes, es la formación de una identidad ideológica, directamente ligada
al judaísmo, que vela por los intereses personales y las necesidades globales, la Tnuá fomenta que los javerim se desarrollen en un marco en el cual comprenden la importancia de cada uno de los aspectos de su vida y de la búsqueda del por qué en sus pensamientos y acciones, con base en “el aprendizaje a través de la vivencia (javaia) y auto experimentación” (Darkenu, pág. 20).
Janucá, la fiesta de orgullo, soberanía e independencia judía, nos recuerda año a año que somos parte de un pueblo de tradición milenaria, con una memoria histórica que nos conecta y nos hace orgullosos responsables de su legado y continuidad mediante la toma activa de conciencia judía.
Por eso, en este jag de “milagros y maravillas” no debemos olvidar que el hecho de mantener la llama judía viva dentro de nosotros y en nuestras comunidades, implica mucho más que un milagro.
Les deseo a todos los javerim de la Tnua que, en este Janucá, continuemos con nuestra incansable labor de educar a las generaciones futuras, para que podamos ser nosotros los creadores de los milagros y maravillas que harán de este, un mundo mejor.