Por: Samantha Pesel
Durante la Masa LePolin, nos embarcamos en una experiencia emocionalmente intensa y profundamente significativa. Con el objetivo de aprender, recordar nuestras raíces y enriquecer nuestra identidad, nos sumergimos en la historia al caminar principalmente por los terrenos de Auschwitz, Majdanek y el bosque Lupojoba. En medio de esta travesía, nos enfrentamos a varios dilemas que desencadenaron muchas reflexiones profundas, conmovedoras, sentimientos de pertenencia, orgullo y honor. Cada paso que dimos en estos lugares emblemáticos nos confrontó con la inmensidad del pasado y la trascendencia de nuestro legado como pueblo judío. Nos vimos enfrentados a una serie de dilemas que desencadenaron reflexiones profundas y conmovedoras.
Caminando en Auschwitz, aquel estuvo conmigo, se dió cuenta que entré en un dilema, el cual no paró de dar vueltas dentro de mi cabeza, este mismo siendo acerca de las ventanas en construcciones del campo.
“Sam, es normal que hayan ventanas en las barracas”
“Sam, ¿porque eso te está causando tanto conflicto?”
“Sam, hay tantas cosas que ver pero te fijas en las ventanas, ¿porque?”
En ese entorno de Auschwitz como de Majdanek, las ventanas aparentemente comunes, para mi, se transformaron en testigos mudos de los contrastes de la vida. Más allá de ser simples aberturas, me revelaron un dilema profundo que hizo que se despierten preguntas sobre la libertad y la realidad que se esconde detrás de esos cristales. Enfocarme en las ventanas se convirtió en un simbolismo de la paradoja entre lo que se puede ver y lo que está encerrado, creando un conflicto interno que se manifiesta en la búsqueda de significado en medio de la desolación.
En un contexto arquitectónico o literal, una ventana es una abertura en una pared que permite la entrada de luz y la ventilación, además de proporcionar una vista al exterior. Sin embargo, en ese momento, para mi esa definición tomó un giro de 360 grados. Mientras más nos adentrábamos en los campos, para mi esta simple apertura en la pared, adquirió la representación de la dualidad, la limitación y la separación entre la libertad y la confinación.
Dentro de los campos de concentración nazis, la libertad era una ilusión. La existencia en estos campos era una lucha diaria por la supervivencia, marcada por la ausencia total de autonomía y la opresión constante, creando un entorno donde la libertad era un sueño inalcanzable.
Para nuestros hermanos judíos, la libertad se miraba a través de una ventana que parecía imposible de abrir. Miraban hacia el exterior desde barracas claustrofóbicas, pero las barreras físicas y la cruel realidad les impedían cruzar esa pared hacia la verdadera libertad. Las ventanas se convertían en testigos mudos, recordándoles la ironía de ver un mundo libre desde una prisión sin esperanza. La libertad, en lugar de ser una posibilidad, se convirtió en un espectro distante, visible pero inalcanzable, cultivándoles la sensación de impotencia y desesperanza en medio de la brutalidad de los campos de concentración nazis.
A través de esas ventanas, los judíos prisioneros se aferraban a una visión de la vida que iba más allá de su confinamiento. Cada rayo de luz que se filtraba entre las rejas se convertía en un recordatorio de la libertad perdida. Mientras para nosotros una ventana es simplemente un marco que separa el interior del exterior, para ellos era un umbral hacia la normalidad que les fue arrebatada.
Ahora, nos convertimos en guardianes de la historia y arquitectos de un futuro donde la tolerancia y el respeto sean pilares fundamentales.
Nos convertimos en los responsables de ser esos rayos de luz que entran por cada ventana para alumbrar la oscuridad del odio. Nos convertimos en ese rayo de luz que reafirma con solemnidad el compromiso de ser testigos de la historia y forjadores de un mañana más luminoso.
Nos convertimos un faro de esperanza que va a alumbrar a un mundo que aún está en proceso de sanación.
Nos convertimos en un pueblo cada vez más fuerte, tan fuerte que somos capaces de alumbrar todas las ventanas de cada casa, demostrando la resistencia y perseverancia del pueblo judío.
Juntos, ahora somos testigos de la resistencia y la perseverancia del espíritu judío frente a la adversidad más oscura.
En cada paso que hemos dado juntos, hemos honrado el legado de aquellos que fueron asesinados, separados de sus familias, y hemos renovado nuestro compromiso de nunca olvidar y de luchar incansablemente por un mundo más justo y compasivo.
Que la llama de la tolerancia y el respeto que hemos encendido aquí continúe ardiendo en nuestros corazones y se extienda a cada rincón del mundo. Que nuestras acciones y palabras sirvan como faros de esperanza para aquellos que aún luchan contra la injusticia y la opresión.
Sigamos adelante con valentía y determinación, recordando siempre que, juntos, somos más fuertes y que podemos iluminar incluso las sombras más densas con nuestra luz interior.
Que nuestro compromiso perdure y que la luz que hemos compartido aquí siga brillando en cada ventana que ilumine nuestro camino hacia un futuro mejor.
Y ahora, más fuertes que nunca, estamos orgullosos de gritar, Am Israel Jai.
Jazak Ve’Ematz