Por: Gabo Degen, Romi Morales
Uno de los símbolos más reconocidos del jag de Lag BaOmer es la “medura” (la fogata) y muchas son las explicaciones que surgieron para entender el por qué. Hay quienes le otorgan a ésta un sentido universal y por este motivo sostienen que al ser el fuego un elemento presente en múltiples culturas, probablemente la nuestra se haya visto influenciada por tradiciones paganas cercanas a la fecha de Lag BaOmer que llevaron al uso de fogatas también por parte de los judíos. Por el otro lado, hay quienes atribuyen un sentido espiritual al uso del fuego, pues según como se relata en el libro del Zohar, en relación al día de fallecimiento de Rabí Shimon Bar Iojai: “Todo ese día no cesó el fuego de la casa y no había quiún acudiese porque era imposible dado que la luz y el fuego la rodeaban” (Idra Zuta 296/a). Finalmente, están aquellos que brindan una mirada más nacional, en tanto que las fogatas de hoy se prenden en recuerdo a las fogatas que prendieron los judíos de aquella época para avisarse los unos a los otros la victoria de Bar Kojva sobre los romanos.
A todos estos sentidos, también se le puede sumar uno “tnuati”. Bien es sabido que en el marco de las Tnuot Noar el fuego también tiene un lugar especial. A modo de ejemplo podríamos mencionar el hecho de que al finalizar cada evento tnuati (ya sea majane, majon, mesivot sium, etc.), nuestros javerim suelen prender un “ktovet esh”, el cual marca de manera deslumbrante la finalización de dicho ciclo educativo. Otro ejemplo lo podemos ver en nuestra Tnua hermana “Tzeirei Ami”, en la que el rito de iniciación de aquellos janijim que pasan a ser parte del curso de hadraja supone atravesar un aro de fuego. Quienes han pasado por esta experiencia, la describen como un momento inolvidable atravesado por sensaciones de fortaleza, vigor y emoción. Pero tal vez el ejemplo más paradigmático sea la medura en el Majane. En todo majane, los janijim y madrijim esperan con ansias la caída del sol, la finalización de las peulot, para encontrarse todos juntos alrededor del fuego. Despúes de un día atareado, en la que cada kvutza tuvo tiempo y espacio para trabajar por separado, la medura en el medio del majane, nos convoca a unirnos, dejar lo individual y comenzar a disfrutar de un marco colectivo, grupal, en otras palabras la fogata nos invita a volver a la kvutza “macro”. Y allí, la magia sucede: el espacio es ideal para dejar surgir las melodías que nos representan, nos unen y nos emocionan; para mirarnos a los ojos, para encontrarnos. Esa es la naturaleza del fuego: ofrecer calidez.
Lamentablemente, en muchos momentos pareciera ser que nuestra jóven sociedad israelí no ha logrado internalizar este aprendizaje que hicieron miles de jóvenes de tnuot noar a lo largo y ancho del mundo. En el último tiempo, vemos que lo que prima entre nosotros como sociedad es la naturaleza dañina del fuego.
Aquella fuerza que tiene el fuego que avasalla y consume sin reparo, es la misma fuerza nociva que vemos en el fanatismo, en el odio al diferente y en el impulso constante y destructivo de ciertos actores que parecieran tener la incapacidad de contener su perjudicial proceder, incluso cuando a largo plazo este también atente contra su propia existencia.
Y en este contexto, el mensaje tnuati es aún más relevante y significativo. Porque para poder hablar sobre los diferentes sentidos y significados que le otorgamos a las tradiciones, ritos y símbolos que compartimos como parte del pueblo judío, primero necesitamos del encuentro. Encuentro que no siempre es sencillo y que sin lugar a duda nos desafía, pero que nos obliga a trabajar nuestra “naturaleza” para superarnos y así poder trascender…
En este Lag BaOmer, les deseamos a todos nuestros javerim que el fuego de la pasión tnuati los lleve a continuar con los mensajes nobles a los que educamos pues son los que sirven de cimientos para hacer de la nuestra, una sociedad mejor.