La experiencia de Daniela Rapp en «Manhigut Lelo Gvulot», como voluntaria en la frontera de Polonia con Ucrania

Por: Daniela Rapp

28 de marzo 2022

De nuestra experiencia en el Centro de Ayuda Humanitaria en Przemyśl me llevé varias imágenes. En este artículo les quiero compartir la primera imagen que me llevé, que es la de la primera visita, cuando llegamos el jueves alrededor de las 21hs al Centro para conocerlo, sentirlo y llevarnos una primera aproximación del lugar en el cual íbamos a trabajar los próximos 7 días. En esa imagen me veo frente un shopping abandonado que ha sido reutilizado como centro que recibe mujeres refugiadas con sus hijos e hijas y refugiados hombres y mujeres mayores a 65 años. Llegan cargando algunos bolsos, todxs muy abrigadxs. Hay algunas fogatas en el estacionamiento por lo que me impregna el olor a leña quemada. Atravieso las puertas transparentes y veo de forma clara el cartel que dice “no cameras”. Estaba prohibido ingresar a hacer notas y filmar desde el interior. Entrando me cruzo con largas filas de personas que están esperando para anotarse en una lista. Hay diferentes puestos donde reparten diferentes cosas: comida caliente, tarjetas sim de celular, elementos de farmacia. Pasamos entre las personas y el calor humano y del lugar se siente. Empiezo a sentir la presión que me rodea en el entorno. Decido que no es el momento de meterme en mi misma, sino de seguir hacia donde nos estaban llevando. Nos esperaban dos trabajadoras sociales de la organización Natan, a ellas estábamos buscando. Dentro del shopping había dos sectores. El primero, al cual ya habíamos ingresado, y el segundo, al cual ingresaban lxs voluntarixs y lxs refugiadxs que ya se habían inscripto en las listas de llegadas. Las TS que nos esperaban nos vinieron a buscar y nos dejaron ingresar a ese segundo sector. Ahí me encontré con grandes cuartos, que seguramente en otro momento habían funcionado como locales. Ahora estaban repletos de cuchetas y colchones. Cada local reunía a personas según los destinos que seguirían. A lo largo de este sector y del anterior, había personas con carteles improvisados que en ruso o ucraniano tenían escritos destinos posibles y números de teléfono. Se estaba jugando el destino en un shopping reavivado.

El local 10 se dividía en dos. Un rectángulo de 50 metros de largo era ocupado por refugiadxs que esperaban irse a Alemania, y un cuadrado de unos 20 metros cuadrados, que tenía juguetes, peluches, una tele, alfombra, lápices de colores y dibujos. Allí llegamos y las TS nos empezaron a contar qué era lo que sucedía en ese shopping que tenía tanto de orden y desorden a la vez. Nos contaron de su organización, de su forma de abordaje, de la importancia de interpelar personas que parezcan estar perdidas o tristes, de no hacer preguntas profundas sobre sentimientos, sino de focalizar las preguntas sobre el plan de acción en el futuro cercano. En el momento del trauma y sin herramientas, no era necesario ahondar en sentimientos, sino acompañar. Nos llevaron a dar una vuelta por el centro. De la parte circular del Shopping se abría un anexo rectangular de unos 100 metros cuadrados en donde había más camas y más refugiadxs. Nos topamos con el puesto de donaciones para animales refugiados y llegamos hasta el centro de recepción de donaciones general, otro lugar de 100 metros cuadrados, donde había toneladas de cajones con donaciones de ropa, medicamentos, artículos de bebes, artículos de hogar, de limpieza, juegos y demás. Ahí fue cuando se me presentó la frase que me acompañó toda la semana: los seres humanos tenemos la misma capacidad de destruir como de construir, la misma capacidad de amar como de odiar, de valorar la vida como de desmerecerla.

Como lo habíamos hecho Uri, Dai y yo en representación de Hanoar Hatzioni y el proyecto de “Manhigut lelo gvulot” y en conjunto con la delegación de Hashomer Hatzair, cientos de personas estaban con sus chalecos amarillos voluntarizándose: cocinando, anotando listas, manejando y trasladando, recibiendo, clasificando, repartiendo donaciones, distinguiendo y acercándose a personas que se encontraban pérdidas, ayudando a personas que sabían a dónde querían llegar pero no lograban subirse a un bus. Cientos de personas ayudando a miles de otras personas que se habían escapado de su casa, que estaba destruida o en riesgo de, que habían dejado su casa, su escuela, su club, sus parques, sus padres, sus hermanos. Personas que escucharon durante días caer misiles cerca de ellxs, personas que sabían con certeza que hay otras personas que no pudieron salir, personas que habían reducido sus pertenencias a unos pocos bolsos capaces de ser cargados a través del frío, en trenes, buses, a pie. Ese encuentro entre el poder y querer dar desinteresado y la necesidad de recibir, de creer que había seres humanos a quienes sus vidas les importaban (y les importan) puso en sentimientos, imagen y palabra la potencia mágica transformadora de los seres humanos. E inevitablemente me rememoró la potencia destructora de los seres humanos, causante de ese encuentro.

Esa idea que dio vueltas por sobre mi cabeza esos días y que sigue dando vueltas, lejos de quedar en pensamiento, se transformó en abrazo, sonrisa, juego, risa, baile, canción, dibujo, creación, respuesta, acción. Fuimos la única delegación que su objetivo principal vino a ser dar atención y contención a lxs niñxs y adolescentes. Como Tnuot Noar, estuvimos donde teníamos que estar haciendo lo que mejor podíamos hacer. Y esta acción me hizo romper con la dualidad con la que había llegado al Centro, dualidad en la que nosotros ocupábamos el lugar de dadorxs y lxs regugiadxs el lugar de recepción. Nosotrxs también recibimos, y no solo agradecimiento, sino que recibimos modelos y ejemplos de fuerza, de coraje, de resistencia, de organización, de encontrar empoderamiento y fuerza en lo pequeño, como puede ser cantar, pintar uñas, abrazar, hacer una pirueta y jugar, que es al fin y al cabo lo que nos devuelve la capacidad de sentir y, por lo tanto, humanidad.  Recibimos por sobre sobre todas las cosas la afirmación de que la capacidad creadora, mágica y transformadora de los seres humanos siempre va a superar a la capacidad destructora.

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