Por: Alex Bitterman
El movimiento sionista, en su forma organizada y política, que comenzó en 1897 con el primer
Congreso Sionista en Basilea, apuntó constantemente a la creación de un Estado Judío, con el
objetivo de encontrar, por un lado, una solución a la problemática judía, y por el otro, ver la
redención del pueblo en la tan amada Tierra de Israel. La creación del Estado de Israel marca así
un clímax y punto clave en el regreso de Am Israel a su tierra natal como estado independiente.
Aun así, no podemos considerar éste su punto de partida en cuestión histórica y cultural, ya que
el pueblo de Israel trae consigo un bagaje histórico milenario. El pueblo de Israel ya tuvo un
carácter independiente en el pasado, en Eretz Israel, y la tradición judía propia creció y floreció
en la diáspora a pesar de no tener un estado propio.
El pensamiento judío propiamente dicho, fruto de pensadores, filósofos y Jajamim, a lo largo de
la historia judía (Talmud, Jazal, Tur Hazahav, etc) nos ofrece una riqueza cultural indiscutible, la
cual es una de las bases más fuertes de nuestro pueblo, al lado de las prácticas y tradiciones
religiosas (kashrut, mitzvot, jaguim, halajot, etc). Esta vasta “producción” cultural judía nos
acompañó a lo largo de la historia, nos mantuvo unidos, y nos permitió llegar como pueblo unido
hasta el momento de la creación del Estado, y fueron tomados como elementos en el folklore
nacional. Al lado de ellos, se juntó el folklor moderno, creado principalmente por la visión de un
movimiento pionero laico, el cual actualizó y transformó algunas de las antiguas tradiciones en
una expresión más moderna y actual, dando un significado y valor agregado al espíritu de la
época. Véase el caso de Jag Shavuot, en el que tradicionalmente el pueblo judío festeja el Matan
Tora, y acostumbraba a trasnochar estudiando (tikun leil Shavuot), a pasar a ser una fiesta
relacionada con la agricultura y la redención de la tierra en Israel.
Así es como a lo largo de los 70 años de existencia del Estado de Israel vemos una constante
dinámica entre lo viejo y lo nuevo, entre nuestra identidad histórica como pueblo y nuestra
“nueva” identidad como nación renovada. Durante las 7 décadas de Israel hemos sido testigos de
constantes choques, disputas y dilemas entre estos dos elementos, muchos de ellos
principalmente en el campo religioso y como éste influye en la vida cotidiana de los ciudadanos
israelies- que carácter tiene el Shabat en Israel, las fiestas judias, matrimonio religioso,
monopolio del Rabinato ortodoxo, etc. Pero a la par del aspecto religioso vemos el choque entre
viejo y nuevo en otros campos más- cultural, vida colectiva, valores, estilo de vida, etc.
El sueño del Estado Judío, según la visión de Binyamin Zeev Herzl, era muy clara y detallada, y
en este momento tan especial deberíamos preguntarnos- ¿será que realmente cumplimos el
sueño?, ¿será que la constante renovación que vive el país nos aleja de bases y pilares que fueron
establecidos?, ¿será que estamos poco a poco perdiendo la esencia e identidad de nuestro país?
Estas preguntas a veces pueden ser desafiantes y hasta dolorosas para muchos, pero tendrían que
preguntarse constantemente.
Los 70 años de Israel no son solamente una ocasión para festejar y celebrar en grande por
nuestras grandes conquistas como nación, es también una oportunidad para poder hacer una
reflexión profunda acerca de nuestra senda como pueblo y nación en Israel. Así como el
calendario judío nos da la plataforma de “Jeshbon Nefesh Ishi”, reflexión personal, en Iom Kipur,
tenemos también la plataforma de “Jeshbon Nefesh Leumi”, reflexión nacional, en Iom
Haatzmaut. Para nosotros en Hanoar Hatzioni, este día es una oportunidad para poder traer
preguntas que nos permitan ayudar a aclarar nuestro camino, analizar los logros del pasado,
enorgullecernos y criticar el presente, y tener siempre una visión clara, una “brújula” de valores
los cuales nos ayuden a mantener nuestra esencia como nación judía y nación ejemplara (Or
Lagoyim).