Por: David Manor
Sección: Judaísmo / historia
La semana pasada visite la ciudad de Berlin, capital de Alemania.
Una ciudad vibrante, plena de lugares interesantes del pasado y con aspiraciones viables de ser una gran capital del futuro.
Los largos brazos de los elevadores de cemento que muestran un acelerado ritmo de construccion, se ven en todas las direcciones y lo Viejo y lo Nuevo se mezclan en cada parte de la anteriormente dividida ciudad. Unos 400 metros de restos de la muralla que la separo por varias decenas de años quedan como recuerdo de la Guerra Fria, cubiertos de grafity de todo tipo pintadas en su ocasion por entusiastas manos juveniles . Tres millones y medio de alemanes conviven con 17 millones de turistas que la visitan anualmente, la mayoria compatriotas que vienen de todo el pais a admirar la Capital de la Republica Federal, cuyas aspiraciones claras son la de ser la Gran Capital de Europa.
Casi todo apunta a esa meta: el sistema de transportes es impecable, eficiente, muy amplio, comodo y desde el punto de vista del mundo del Euro, barato. Grandes pulmones verdes se encuentran en todo barrio; no exagero diciendo que la ciudad es muy limpia, tanto que opino que se puede realizar una operacion de corazon abierto en un puesto de verduras de cualquier supermarket.
Uno no puede menos que impresionarse de la calidad de los servicios otorgados al publico. La cosmopolita ciudad, llena de seres humanos provenientes de un BABEL de paises y de pieles de todos los colores, se cuida muy bien de que todo sea transmitido en idioma Aleman: no se encuentra ni un cartel en otro idioma, casi ninguna estacion de radio que no sea en aleman, todos los panfletos explicatorios
en su lengua y una decision clara de que todo el que tenga que preguntar algo a algun funcionario publico: policia, conductores de transportes publicos, empleados de negocios, alguna pregunta, tenga que balbucearlas en el idioma local. No importa que solo el 1.5 % de la poblacion mundial hable aleman: ellos son el cien por ciento y el centro del mundo: asi se sienten y asi se comportan, con altivez y gran arrogancia, un abierto orgullo y fe en el futuro.
El pueblo aleman vive la democracia dia a dia: elecciones municipales, provinciales y
nacionales los tienen ocupados en politica a menudo.
El centro politico Nacional esta compuesto de dos grandes e impresionantes edificios, en el que lo viejo y lo nuevo se unen en un complejo digno de visitarse:
el Reichstadt, que recuerda las Glorias del pasado -pero que actua hoy solo como Sala de Sesiones-, y a su lado las oficinas de los Diputados y del Primer Ministro, Palacio transparente de vidrio, en el que se ve la Oficina del Jefe de Gobierno desde la calle sin nada que oculte lo que esta haciendo: LA TRANSPARENCIA TOTAL. Ese es el mensaje que la actual republica quiere pasar al pueblo: todo es transparente, el poder esta en manos del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Un pueblo que es muy diligente, perseverante y trabajador y que dice haber aprendido de sus errores del pasado.
En la Ciudad y sus afueras, hay lugares que recuerdan las atrocidades del nazismo: La villa de VanZee, lugar de planificacion de «La solucion Final», el campo de concentracion de Matthausen, placas y carteles por doquier. La linea oficial es: NO OLVIDAREMOS. Tal vez sea cierto, el futuro dira.
En todo este conglomerado viven hoy ya 10000 judios, que son la decima parte de una poblacion judia de 100000 ( si, cien mil !!!) almas que pueblan la Republica. Ochenta de los cien mil son provenientes de la antigua Rusia Sovietica. Los restantes 20000 provienen de todas partes, incluso alemanes que regresan. La colectividad se preocupa por preservar y mejorar los edificios que fueron su orgullo en el pasado. La Gran Sinagoga de la calle Orienburg , edificada en el siglo XIX por los emancipantes de entonces y motivada en la Alhanbra de Granada, se erige orgullosa y se ve de lejos. Hoy sirve de Monumento recordatorio de la grandeza y esplendor del pasado.
Pero sin duda el complejo mas interesante y controversial es el Museo Judio, que atrae a miles de turistas diariamente, la mayoria no judios. No es un Museo del Holocausto como el de Washington, ni el Museo de Iad Vashem en Jerusalem. Tiene una caracteristica diferente cuyo moto es mostrar cuando, cuanto, como y que hicieron los miembros de la colectividad judia durante los 2000 años de su existencia en el pais (los primeros fueron comerciantes que llegaron con las huestes romanas y se establecieron en las incipientes ciudades del Rhin). Dos grandes ejes de pensamiento conducen al vistante por el camino del exterminio y por el camino de la continuidad.
El primero – construido en descenso, lleva a la Torre del Holocausto, un claustro cerrado de gran altura, en la que el ser humano se encuentra empequeniecido, en un ambito cerrado del que no se ve nada pero del que se escuchan todos los ruidos externos, representando la impotencia del individuo y su separacion del mundo externo.
El otro eje es ascendente y lleva al Galut desde Alemania: aquellos que salieron a tiempo del pais y fueron a las Americas, a Sud Africa o a Oceania, algunos a la Palestina de entonces, siguien existiendo, que desemboca en un gran atrio abierto con 49 columnas de concreto: una para cada una de los 48 paises al que escaparon colectividades alemanas y el 49 para Israel, la Colectividad Central , a sus ojos. De aca el Museo te lleva al tercer piso del que hay que ir bajando pasando por el pasado: la Historia de los Judios en Alemania desde la fundacion de la primera Kehila registrada, alla por el 900 de nuestra era hasta hoy, mostrando todos sus grandes centros de estudios, su contribucion al judaismo y al mundo en modernos y elegantes y bien realizados medios audio visuales.
El Museo se preocupa muy bien de resaltar no solo el papel que los judios tuvieron en el desarrollo del pais, sino la continuidad consecuente de persecusiones y martirios que sufrio en esa tierra durante los 12 siglos de su existencia organizada.
En todo momento te recuerdan: hizimos mucho, fuimos importantes, pero siempre nos odiaron y martirizaron.
Hay una sola cosa que el museo no se pregunta:
COMO JUDIO, QUE ESTOY HACIENDO AQUI???
No me alcanzaron tantos años de persecuciones para aprender?
Nosotros el Pueblo del Libro, somos el pueblo con la memoria mas corta del mundo y los que menos hemos aprendido a lo largo de la Historia. La biblica olla de carne nos atrae mas que los ideales de independencia y soberania.
Tal vez eso es lo que el Museo de Berlin quiere mostrar sin atreverse a indicar clarament su proposito .
SI ESE ES SU OBJETIVO, LO LOGRO