ELEVARSE POR SOBRE EL ERROR

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Por: Romi Morales

La parashá Ki Tisá reúne una serie de eventos significativos, como el primer censo de Bnei Israel, la orden de construir una pileta para el Mishkán, las instrucciones para la creación del aceite de la unción y el incienso sagrado, el recordatorio de la importancia del Shabat y la razón por la cual Moshé comenzó a usar un velo después de descender del Monte Sinaí por segunda vez. Sin embargo, en medio de estos acontecimientos, dos eventos destacan: el pecado del becerro de oro y la destrucción de las primeras tablas de la Ley.

Uno podría preguntarse: ¿no es este pecado y sus consecuencias el evento más relevante de la parashá? Si es así, ¿por qué su nombre no hace referencia a ello? Más aún, si traducimos «Ki Tisá», su significado es «Cuando eleves». ¿Qué tiene de elevado una parashá que trata sobre un error tan grave? ¿Se intenta minimizar la falta de Am Israel? ¿O quizás hay un mensaje más profundo para quienes buscamos educar? Si quieres descubrirlo, te invito a seguir leyendo. ¡Empezamos!

Aprender y enseñar a elevarse por sobre los errores

Alexander Pope dijo una vez: «Errar es humano, perdonar es divino». Este pensamiento resume uno de los mensajes más poderosos de la parashá Ki Tisá. A simple vista, el relato del becerro de oro y la ruptura de las tablas parece ser un evento más dentro de la narración. Sin embargo, podría considerarse el episodio central de la parashá e incluso de la travesía de Am Israel en el desierto tras la salida de Egipto. No obstante, si lo analizamos en profundidad, la parashá no pretende ocultar ni minimizar el error, sino enseñarnos que equivocarse es parte fundamental del crecimiento humano.

Esto no solo ocurre en la historia de Am Israel, sino en nuestra vida cotidiana. Nos levantamos, empezamos nuestra rutina, trabajamos y, en el camino, inevitablemente cometemos errores. Sin embargo, la vida continúa. Lo importante no es solo el error en sí, sino cómo lo enfrentamos. ¿Tenemos la humildad para reconocerlo? ¿La valentía para pedir perdón si hemos herido a alguien? ¿La determinación para aprender de él y evitar repetirlo?

Nuestra sociedad nos ha inculcado la idea de que equivocarse es sinónimo de fracaso y que el fracaso debe ocultarse. Un claro ejemplo de esto es cómo construimos nuestros currículums: llenamos páginas con logros, pero no hay rastro de los obstáculos y errores que enfrentamos en el proceso. Sin embargo, reconocer nuestras caídas nos permite transformar la experiencia en aprendizaje. El mensaje de la parashá es claro: el error no debe exagerarse, pero tampoco minimizarse. Incluso un evento tan grave como el pecado del becerro de oro no es el eje central de la parashá; es solo una parte de la historia. Lo fundamental es lo que viene después: levantarnos, aprender y seguir adelante.

La terquedad como motor del aprendizaje

Un concepto recurrente en la parashá es Am Kashé Oref, traducido como «pueblo terco» o «tenaz». Esta cualidad puede interpretarse tanto de manera negativa como positiva. Si bien la terquedad llevó a Am Israel a cometer errores, también fue la que les permitió levantarse y seguir adelante. Las personas que saben caer son aquellas que aprenden a levantarse con más rapidez y fortaleza.

Este principio es evidente en la sociedad israelí, conocida como Start-Up Nation. En Israel, los emprendedores suelen fracasar varias veces antes de alcanzar el éxito. Sin embargo, lejos de desalentarlos, este proceso se considera parte del aprendizaje. Se valora la capacidad de intentar, arriesgarse, equivocarse y aprender de los errores. 

Como educadores, transmitir esta enseñanza, es esencial: el error no es el final, sino una oportunidad de crecimiento. Nuestra misión es crear espacios de aprendizaje en los que los jóvenes se sientan seguros para equivocarse y mejorar. Esta es la única forma en la que lograremos ayudarlos a traducir sus experiencias en vivencias formativas.

Guardar los pedacitos de aquello que rompimos mientras aprendíamos

Las cosas que “nos caen del cielo” o se obtienen sin esfuerzo pueden ser valiosas, pero también suelen ser más frágiles. En cambio, aquello en lo que invertimos trabajo, tiempo y energía tiende a perdurar. Sin embargo, la sociedad actual nos enseña que cuando algo se rompe, la solución es desecharlo y reemplazarlo por algo nuevo. Pocas personas invierten tiempo y esfuerzo en reparar lo dañado, pues a menudo no es rentable. Como resultado, las nuevas generaciones comienzan a perder el valor del concepto de Tikun (reparación).

En contraposición a esta mentalidad postmoderna, Ki Tisá nos ofrece una visión diferente: no solo debemos asumir la responsabilidad cuando rompemos algo e intentar repararlo, sino que además, los fragmentos de aquello que se quebró en nuestro proceso de aprendizaje no deben ser olvidados, sino guardados junto a lo nuevo. Esto es precisamente lo que ocurrió con las tablas de la Ley: las primeras tablas rotas no fueron descartadas, sino conservadas junto a las segundas tablas.

Para los educadores, este mensaje es crucial. En nuestra labor, no solo debemos enseñar a los jóvenes a aprender de sus errores, sino también a valorar su propio proceso de crecimiento. Cada equivocación es un peldaño en la escalera del aprendizaje y, en lugar de ignorarlas o esconderlas, debemos aprender a reconocerlas como parte de nuestra historia. La resiliencia no consiste en borrar los errores del pasado, sino en construir sobre ellos.

A modo de conclusión

Como educadores, nuestra misión es clara: crear espacios donde el error sea parte del proceso de aprendizaje, donde se enseñe a reparar en lugar de descartar y donde se entienda que, en el crecimiento personal, los fragmentos del pasado son la base sobre la cual se edifica el futuro.Si las tablas rotas fueron guardadas junto a las nuevas, es porque había algo valioso en ellas. No representaban solo un error, sino parte del proceso de aprendizaje de un pueblo en construcción. Del mismo modo, en la educación, cada error, cada intento fallido, forma parte de un camino que nos lleva al crecimiento. Por eso, en tanto figuras educativas, es importante constantemente preguntarnos: ¿Cómo abordamos los errores en nuestros espacios educativos? ¿Los vemos como oportunidades o como obstáculos? ¿Fomentamos una cultura de reparación y aprendizaje, o castigamos el error sin permitir su resignificación? ¿Cómo podemos mejorar la manera en que enseñamos a nuestros jóvenes a lidiar con sus propias equivocaciones?¿Qué estrategias podemos implementar para que el concepto de Tikun (reparación) forme parte de nuestra pedagogía cotidiana?

Como educadores, tenemos el desafío de construir espacios donde los errores sean parte del proceso de aprendizaje, donde no se tema fracasar, sino que se entienda que equivocarse es solo un paso más hacia la superación. Solo así podremos verdaderamente elevarnos por sobre el error.

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