Numerosas personas y buenas, jóvenes y ancianos, madrijim y janijim de nuestra Tnuá, «Hanoar Hatzioní» en Europa Oriental, Central y Occidental, sacrificaron sus vidas en la lucha desesperada contra los alemanes, conquistadores de todos los países de Europa desde el Sena hasta el Volga en la imponente Rusia.
Ellos participaron en la rebelión de los Ghettos, construyeron los caminos para las acciones de salvación, poniendo en peligro sus propias vidas, obtuvieron las armas para ser utilizadas en el momento preciso, brindaron ayuda a los necesitados, a los débiles, hambrientos y a los torturados, entraron en la clandestinidad y se unieron a las organizaciones anti-nazistas, lucharon en las filas de los partizanos junto con los javerim de otros movimientos jalutzianos, aislados y desamparados por el mundo, se vengaron y pagaron sin merced por cada gota de sangre judía que tiñó de rojo el suelo de Europa en los años de la Segunda Guerra Mundial.
Su sacrificio, su entrega sin parangón, su predisposición inquebrantable caracterizaron sus acciones que ennoblecieron el espíritu heroico en una lucha y guerra cruel de la minoría contra la mayoría, de un puñado de jóvenes contra un imponente ejército alemán que marcó con las huellas de sus botas la Europa nazista.
Comprensible entonces y natural que el estandarte de la rebelión, de la salvación, y de la venganza sea enarbolada por los javerim de las diferentes tnuot y entre ellos nuestros propios javerim de la «Hanoar Hatzioní cuyo heroísmo y devoción escribieron una página histórica en los anales de nuestro pueblo.
Las lápidas a su memoria están grabadas en el corazón de la Tuná y del pueblo.