Por : Romi Morales

Hoy amanecimos con la terrible noticia de que seis cuerpos de rehenes israelíes fueron encontrados en un túnel a 20 metros bajo tierra, en Gaza. Seis personas jóvenes que, hasta hace unas horas, estaban con vida, podrían haber regresado a casa y ya no lo harán.

Desde ayer a la noche sabíamos que nuestros soldados habían encontrado seis cuerpos. No sabíamos nombres aún. Imposible no pensar: ¿Qué familias se terminarán de destruir mañana a la mañana? ¿Quiénes recibirán la terrible noticia de que sus seres queridos no volverán con vida? ¿Destino? ¿Suerte? Ruleta rusa.

Poco a poco se fueron publicando los nombres de los rehenes asesinados por la organización terrorista Hamas.

Hersh fue el primero que supimos. Aún escucho el grito de su madre en el límite de Gaza, tan solo unos días atrás, cuando las familias de los secuestrados, desesperados de añoranzas, intentaron ellos mismos rescatar a sus seres queridos. Para no poner en peligro a las fuerzas de seguridad, acordaron, esta vez, simplemente usar altoparlantes para decirles a sus familiares en cautiverio que no pierdan la esperanza, que estamos haciendo todo lo posible por rescatarlos, que los queremos, que los extrañamos, que los necesitamos de regreso en casa. La madre de Hersh le dió la bendición de los Cohanim. ¿Habrá Hersh escuchado a su madre? ¿Habrá estado con vida todavía?

Luego se publicaron los nombres de Almog, Alex, Ori, Eden y Carmel. No conocí a ninguno de ellos personalmente. Los conocí con el tiempo a través de sus seres queridos. La noticia de sus muertes fue devastadora, principalmente porque se sabe que estas se podrían haber evitado.

Enojo, tristeza, frustración, angustia y miedo, mucho miedo, se mezclan y generan una sensación poco conocida hasta ahora. La realidad se volvió simplemente insoportable y aún así la soportamos. El corazón duele y aún así sigue latiendo. No nos pasa el aire y aún así seguimos respirando.

La tensión entre la vida y la muerte es constante. Pero nuestro mandato, como judíos, fue siempre, es y seguirá siendo: elegir la vida. Y si es así… ¿Por qué es tan difícil tomar la decisión correcta? ¿Por qué no podemos simplemente asumir que el 7 de octubre Israel fracasó en su obligación de brindar seguridad, y cada día desde entonces continuamos fracasando hasta que no vuelvan nuestros seres queridos a casa?

Sean los secuestrados y secuestradas, sean nuestros soldados, sean los desplazados… Todos quisieran volver a casa. Todos queremos que todos y todas vuelvan a casa. Eso es lo primero y principal. Esto es lo urgente, necesario y correcto. Nada más importa ahora. Todo el resto puede esperar (como esperó durante muchos años hasta el 7 de octubre).

Escucho a la gente a mi alrededor: “no podemos hacer nada”, “nada de lo que hagamos va a cambiar esta realidad”, “no tenemos los recursos-fuerza-poder para influir de verdad en quienes toman las decisiones”. Me pregunto: ¿Estamos encerrados, presos de esta realidad, nosotros también?

Me respondo: ¡No! no lo estamos! Tenemos el privilegio de estar libres y por ende podemos ser dueños de nuestro propio destino y si: creo que podemos ayudar a influir en el destino de los demás. Por lo menos debemos intentarlo.

Se lo debemos a ellos, nos lo debemos a nosotros mismos y a todos los que vienen detrás nuestro. A ellos en primer lugar, porque es nuestra obligación ética y moral como país. A nosotros mismos nos debemos la prueba de que podemos crear una sociedad mejor. A las próximas generaciones les debemos la certeza de saber que esta sociedad no renunciará a ninguno de ellos si es que estarán en peligro. Las próximas generaciones necesitan saber que, como sociedad, estamos dispuestos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para asegurar que todos vuelvan con vida a casa.

Estoy segura de que hay algo en lo que toda la sociedad israelí puede acordar hoy en día, incluso después de toda la ruptura de los últimos años: No queremos más muertes. No queremos más guerras. Somos un pueblo que ama la paz y persigue la paz. Somos un pueblo que santifica la vida. Somos un pueblo que creció bajo el lema de que “todo Israel es responsable el uno por el otro”. ¡Hermanos somos! Por ende, son Mis hermanos quienes están muriendo en guerra o están siendo asesinados por terroristas despiadados. El dolor es infinito y necesitamos que termine de una vez por todas.

Nuestros valores, nuestra historia, nuestra cultura, nuestra religión, nuestras bases nacionales por las que creamos este Estado: Hogar nacional del pueblo judío, refugio y lugar donde podríamos llevar una vida judía como norma con total seguridad. Nada de esto permite que nuestra consciencia este tranquila, mientras tanta gente está perdiendo su vida, secuestrados y lejos de casa.

Soy una enamorada del Pueblo Judío. Soy una enamorada de nuestro hermoso país, Israel. Se que nos costará, pero lograremos construir un futuro más feliz. Tengo la esperanza de que vendrán días mejores. Días de reencuentros, días de sanación, días de reconstrucción, días llenos de vida. Pero para eso, primero necesitamos entender que el valor más importante no es el de la “victoria absoluta”, sino el del tiempo, el de la vida, el tiempo de vida. Es cierto que este se acabó para muchos, pero también es cierto que aún podemos evitar que se termine para otros tantos.

En nuestras fuentes dice: “quien salva una vida es como si salvara el mundo entero”. Hoy el mundo entero de varias familias también está en nuestras manos, en nuestras decisiones.

Alevai tanto nosotros como nuestros líderes, tengamos el privilegio, la sabiduría, la valentía y la fuerza para tomar las decisiones correctas en tiempos tan difíciles como los que estamos atravesando.

Alevai consigamos que todos vuelvan sanos y salvos a casa, ya!

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